6 de junio de 2010

La Ciencia Predice


La Ciencia, que hasta ahora nos había mantenido “a salvo” de supersticiones, predicciones y abracadabras apocalípticos de diversa índole, nos ofrece en la actualidad sus mediciones e investigaciones sobre fenómenos que nos llevarían a un punto común de cambios a nivel global y de nuevo a una fecha clave: 2012.

Cambios en la frecuencia y en el campo magnético 

Y grupo de geofísicos, astrofísicos y científicos informáticos unidos para investigar los polos magnéticos de la Tierra, han llegado a la conclusión de que éstos sufrirán un proceso de inversión en torno al año 2012. Este fenómeno ya tuvo lugar en nuestro planeta, fue hace millones de años y acabó con la vida de los dinosaurios.

De hecho no es la Tierra la única afectada, al parecer el magnetismo de otros planetas del Sistema Solar ha aumentado en los últimos tiempos; la sonda espacial Voyager II ha comprobado que el campo magnético de Urano y Neptuno ha experimentado un incremento de 40º y 50º respectivamente, y el de Júpiter se ha duplicado.

Al mismo tiempo, la calidad de la atmósfera de otros planetas de nuestro sistema está cambiando, de manera que éstos se han hecho más visibles desde la Tierra; en 1997 la sonda Mars Observer –lanzada en 1992 para estudiar Marte– comprobó que el grosor de la atmósfera del “planeta rojo” se había duplicado respecto a sus últimas mediciones, y estudios recientes han descubierto que en la Luna se está creando una atmósfera, una capa de Sodio que antes no existía.

Todos estos cambios parecen deberse a que el Sistema Solar ha entrado o está entrando en el campo de otro sistema con un nivel energético superior al nuestro. Según Jan van Toorn, el Sistema Solar está entrando en lo que él llama “la zona de fotones”, un campo electromagnético de alta frecuencia. En 1972 Plutón tomó contacto con este campo, la Tierra lo hizo en 1987 y para el 2012 el 50% de nuestro sistema se hallará en esta zona de fotones.

Uno de los efectos que provoca el contacto con este campo electromagnético es físico: la materia se va haciendo más clara y luminosa, más “fina” y ligera. Al tratarse de una frecuencia más alta, el tiempo también se ve afectado, pasando más deprisa. A nivel espiritual los cambios de frecuencia son significativos; cuando más espirituales somos más alta es nuestra frecuencia, y cuanto más alta es esta frecuencia más cerca nos encontramos de la Fuente de la Creación.

La frecuencia de la Tierra en los últimos 1000 años fue de unos 3,5 micro-herzios (mHz). Según la información de la que disponemos, las mediciones de Abril de 1963 ya marcaban 7,5 mHz, y 30 años más tarde, el 21 de Abril de 1993 habíamos alcanzado los 15,0 mHz. La frecuencia que registra nuestro planeta ha seguido aumentando en los últimos años hasta el presente.

Al mismo tiempo que la frecuencia se eleva, el campo magnético disminuye. Jan van Toorn habla de que esta “desmagnetización” provocará que el giro de la Tierra sobre su eje se vaya ralentizando hasta parar; en ese momento se sucederán tres días de oscuridad y tres de luz, tras los cuales el planeta volvería a girar, esta vez en sentido inverso. Esta inversión del giro de la Tierra provocaría una separación de dimensiones, donde cada individuo debería elegir entre permanecer en la dimensión actual o pasar a la nueva dimensión que se desvelaría al Ser Humano. Llegados a este punto, cada persona –según Van Toorn– debería encontrar su lugar en su propia frecuencia.

Tormentas solares 

A principios de Abril de 2010 el telescopio espacial “Tesis” registró una inesperada fluctuación en la actividad solar: se trata de una violenta tormenta electromagnética que alcanzó el nivel 7 en una escala de 10 y que se prolongó desde las 10.00 hasta las 19.00h. Ninguno de los principales centros de observación en el mundo fue capaz de pronosticar este aumento de la actividad solar, que ponía fin a un periodo de tranquilidad de más de dos años.

Las tormentas geomagnéticas, cuando son de gran magnitud, pueden influir en los sistemas globales del suministro energético, así como provocar cortes en la actividad de los satélites de navegación y emisiones de radio. Un informe financiado por la NASA y publicado por la Academia de Ciencias de los EEUU (NAS) advertía ya hace más de un año sobre la peligrosidad de estas convulsiones en la actividad solar, que podrían llegar a provocar una catástrofe sin precedentes. El telescopio Tesis registró en Abril un máximo histórico de llamaradas solares, una marca equiparable al total de explosiones solares de 2009. La NASA predice, si el ciclo actual de actividad solar es la mitad de convulso de lo esperado, pérdida de energía eléctrica en ciudades enteras que quedarían a oscuras durante meses; al cabo de un año sin suministro eléctrico millones de personas habrían muerto.

Hasta ahora la peor tormenta solar de la que tenemos noticia se produjo el 02 de Septiembre de 1859, se la conoce como el “Evento Carrington” y causó el colapso de las mayores redes mundiales de telégrafos, afectando a toda Europa y América del Norte. La intensa llamarada del Sol emitió en el área de fulguración asociada el doble de energía de lo que es habitual, la eyección llegó a la Tierra con partículas de carga magnética muy intensa que deformó completamente el campo magnético del planeta; esto permitió la entrada de partículas solares en la atmósfera. Como consecuencia, hubo cortocircuitos en los cables de telégrafos, que provocaron numerosos incendios en ambos continentes, y llegaron a verse auroras boreales hasta en el Caribe, en Roma, Madrid y las Islas Baleares.

En aquella época la infraestructura eléctrica se encontraba en su infancia y la vida de los ciudadanos no se vio dramáticamente afectada; hoy día dependemos casi totalmente de la electricidad, y un evento como el de 1859 supondría una catástrofe a nivel mundial. El próximo máximo solar, o periodo de mayor actividad solar, está previsto para el año 2012.

El Sistema Solar, hacia el centro de la Vía Láctea 

Al igual que los planetas pertenecientes al sistema solar se mueven alrededor del Sol, el sistema completo describe distintos movimientos dentro de la galaxia a la que pertenece: la Vía Láctea. Uno de esos movimientos es su acercamiento al centro de ésta.

El Sistema Solar se mueve pues en dirección al corazón de la galaxia, un corazón que, según lo comúnmente aceptado en la actualidad por la comunidad científica, es un enorme agujero negro millones de veces más grande que el Sol. Se cree que en ese centro de la Vía Láctea se encuentra el origen del Sol, de nuestro planeta y de todo nuestro sistema, por lo que se podría hablar entonces de una “vuelta al origen”…

Para los antiguos mayas –que como ya vimos en otro artículo de este blog, poseían grandes conocimientos de astronomía– el centro de la galaxia era el “útero cósmico” de donde había brotado la vida. En el centro de este centro existe al parecer una grita oscura (The Dark Rift”) que los mayas conocían como “el paso del nacimiento”. En el solsticio de invierno de 2012 el Sol y la Tierra estarán alineados con esa grieta oscura, el corazón de la Vía Láctea, justo el momento en que finaliza el calendario maya.

¿Supondrá esta vuelta al “útero cósmico” un nuevo nacimiento, el punto cero del reloj cósmico, un nuevo comienzo a nivel global?

Hércolubus: el Planeta del Fin de los Tiempos 

Hercólubus, también conocido como “el Planeta Rojo”, pertenece al sistema solar Tylo, emplazado en la constelación de Orión; gira en torno a dos soles, uno oscuro y otro brillante, junto con otros cinco planetas: Phema, Epsilon, Hegama, Tylon y Lylio. Hercólubus posee masa planetaria pero describe una órbita elíptica y tiene cola de cometa, su diámetro es de unos 850.000 km (lo que equivale a ser unas 6 veces mayor que Jupiter), está compuesto por un material que si bien no succiona la luz parece absorverla porque apenas refleja, y posee una especie de capa infraroja artificial que preserva el calor y lo hace invisible a nuestros ojos… de momento. Se trata de un planeta frío y oscuro en un primitivo estado de evolución.

Una vez presentado, podemos preguntarnos por qué debería interesarnos la existencia de un planeta con estas características… la respuesta es “porque en pocos años podría provocar la destrucción total de la corteza terrestre y por tanto de la Humanidad”. No es que este gigantesco planeta vaya a colisionar con la tierra, sus efectos devastadores se haría notar con tan solo un acercamiento de 14 millones de kilómetros de nuestro planeta, ya que bastaría esa distancia para que su campo gravitatorio nos afectara de forma catastrófica, en el sentido literal de la palabra.

Así es como el autor gnóstico Joaquín Amortegui Valbuena (alias V.M. Rabolú) designa al planeta del Apocalipsis en su obra “Hercólubus, o Planeta Rojo”. Esta historia bien podría ser un cuento de ciencia ficción apocalíptica, sin embargo las noticias sobre un enorme cuerpo celeste que se aproximará a la Tierra provocando toda suerte de cataclismos nos llegan desde antiguos rincones de la historia, brotan del seno de culturas milenarias que reclaman un lugar entre las investigaciones científicas de nuestros tiempos.

Según Zecharia Sitchin (1922, estudioso de las lenguas antiguas, traductor e intérprete de inscripciones sumerias, acadias, babilónicas y cananeas) ya los sumerios conocían al que podría ser Hercólubus con el nombre de “Nibiru”, lo creían habitado por la civilización de los Anunnaki o Nefilin y dejaron constancia de que periódicamente este planeta pasaba cerca de la Tierra provocando el fin de civilizaciones como la atlante, desaparecida para siempre bajo las aguas. Los Anunnaki fueron reconocidos por los babilónicos como deidades; éstos también creyeron en la existencia de Nibiru (que se traduce como “lugar que cruza” o “lugar de transición”), considerándolo un cuerpo celeste asociado a Marduk, patrón de Babilonia y deidad protectora de la ciudad. Otros pueblos y culturas han dejado testimonio escrito de este planeta del fin de los tiempos, con distintos nombres como “la Kachina roja” (indios Hopi de Norteamérica), la “Estrella Baal” (caldeos), “Ajenjo” (Apocalipsis de la Biblia), “el gran rey del terror” (Nostradamus), o “El Destructor”, como se nombra en la Biblia Kolbrin, una antigua antología escrita en dos partes por distintos autores (desde egipcios hasta celtas) y considerada una “biblia paralela” que se encuentra en Nueva Zelanda tras salvarse de la destrucción en el incendio del Monasterio de Gastonbury.

En nuestros tiempos se le ha llamado Planeta X y se le conoce en la astronomía moderna desde hace al menos 20 años. Desde su primera identificación por parte de la NASA en 1983 a través del IRAS (Infrared Astronomical Satellite), la mayor parte de la comunidad científica ha ocultado la existencia de este cuerpo celeste negando su validez de forma sistemática. Sin embargo, el fenómeno ha seguido siendo estudiado y observado por algunos astrónomos de mente más abierta, como el astrónomo inglés John Murray, de la Open University, que detectó un gigantesco cuerpo celeste, posiblemente causante de “perturbaciones en las trayectorias de ciertos cometas”; Murray lo describía como “un planeta más grande que Júpiter que estaría ingresando en nuestro sistema." El astrónomo John Matese, de la Universidad de Lousiana, habló sobre un planeta “invisible” o posiblemente una “estrella oscura”, de cualquier forma “un gigantesco planeta radiactivo, cuya sola cercanía es capaz de provocar catastróficas lluvias de asteroides sobre la Tierra...” El astrónomo John Matese, de la Universidad de Louisiana, estudiando las órbitas de ochenta y dos cometas de la llamada “nube de Oort”, llegó a la conclusión de que sus órbitas tenían algunos elementos extraños en común, que solamente podían explicarse “por la influencia gravitacional de un objeto de varias veces el tamaño de Júpiter.”

Cómo afectaría a la Tierra el paso del Planeta X 

En la superficie terrestre existe un agrietamiento producido por diversos factores naturales; sus dimensiones son de unos 90.000 km de longitud, 40 km de ancho y una profundidad media de 2,5 km. Aunque se extiende por todo el planeta, es mayor en la zona del Océano Pacífico. En algunos lugares la lava del interior de la Tierra ha llegado a contactar con el agua, produciéndose enormes cantidades de vapor que presionan las capas geológicas superficiales y provocan un aumento de la actividad sísmica y volcánica.

El acercamiento de este planeta a la Tierra haría que el clima fuera cambiando, el calentamiento de las rocas del interior de la tierra provocaría, al contacto de éstas con el agua del océano, un calentamiento progresivo del Pacífico que favorecería el fenómeno conocido como “El Niño” (a traducir en inundaciones, plagas, incendios, epidemias y huracanes a escala mundial) Finalmente, en el punto de mayor acercamiento del Planeta X (que según el astrónomo Carlos Muñoz Ferrada tendría lugar a 14 millones de kilómetros), la Tierra sufriría un vuelco de los ejes de rotación; los polos pasarían a ser el ecuador y viceversa, con lo cual los océanos serían violentamente expulsados de sus lechos y sumergirían por completo la superficie terrestre.

En 1980 las sondas espaciales Pioneer X y XI (lanzadas en los años 70 como iniciadoras de un programa de la NASA para la exploración del espacio), buscaban un supuesto Planeta X que con su fuerza gravitatoria estaba alterando las órbitas de Neptuno y Urano. Dicho planeta “invisible” al parecer ha ido alterando el comportamiento de los planetas y cometas junto a los que ha ido pasando, y en tan solo unos años podría estar pasando junto a nuestro propio planeta. El Planeta Rojo, o Planeta X, Hercólubus, Nibiru o como se le quiera llamar, pudo causar el trágico fin de la civilización atlante al pasar junto a la Tierra hace 13.000 años. El suceso que pudo poner fin a la considerada cuarta civilización terrestre, la atlante, podría ahora poner fin a la quinta, la nuestra.